Ellas pedían más con sus rugidos
cardíacos,
inmensas en su hambre de alcanzar un
paso más,
escalando los vértices del tiempo,
mutando su consistencia en ligeras
alas de voluntad.
El barro de su risa es un
desconocido encuentro
que aún no sé cómo asumir,
inagotables fracasos
no son suficientes para hacer vibrar
el suelo ante mis pies.
La música bate las distancias y
despierta el cuerpo,
dormido en fantasías enquistadas aún
entre los músculos.
Verbo, verbo inmenso que envenenas
de goce cada célula,
sigue pulsando esa melodía que
levanta el alma
en la revolución de cada amanecer.
Helena Trujillo
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