miércoles, 30 de diciembre de 2009

Cambiar de clase social no es peligroso





¿Cree usted que se transformará en un extraterrestre? ¿Se volverá despiadado  y repudiará a sus personas amadas? ¿El dinero pervertirá su bondad? Cuántas ideas erróneas existen en la mente de una persona que le impiden dar un paso decisivo en su vida. Sabemos gastar el dinero, quemar nuestras tarjetas de crédito en los centros comerciales, vestir a la última moda, viajar hasta el confín del mundo o ponernos labios de plástico. Llevamos coches último modelo, las joyas brillan en nuestra piel, pero nuestros ojos denotan tristeza, nuestra satisfacción sexual escasea, tenemos los dientes podridos, no sabemos educar a nuestros hijos, no hablamos con nuestros familiares…
Saber utilizar el dinero para comprar servicios es algo que implica cambiar de clase social. Comprarse los servicios de un abogado, un dentista, un asesor de imagen, un psicoanalista, eso sólo pueden aquellos que se animen a invertir el papel moneda en lugar de sólo gastarlo. Comprar bienes de consumo no nos transforma, nos mantiene con los mismos pensamientos, incluso en muchas ocasiones nos permite disponer de una vida para la que no estamos preparados. Ejemplos tenemos de personas que tuvieron un accidente mortal con su coche nuevo, o que estropearon su fantástico traje el mismo día del estreno.
El dinero, por tenerlo, no nos enseña a utilizarlo. Hay que transformar nuestra forma de pensar para poner la economía a nuestro servicio y no estar nosotros al servicio de la sociedad consumista. La vida es sólo una y hay que aprovecharla, vivirla con satisfacción, con salud. Educar a los hijos como corresponde. Trabajar no por obligación, sino como derecho y medio de realización personal. Conquistar la sexualidad y no ser esclavos de la moral sexual. Ser responsables, al fin y al cabo, de la vida que tenemos, disponer de los medios necesarios para poder solucionar los problemas que acontecen a lo largo de la vida y no padecerlos  miserablemente mientras disponemos de varias casas, varios coches, montones de billetes debajo del colchón.

Helena Trujillo
Psicoanalista Grupo Cero

lunes, 28 de diciembre de 2009

Aladino y la lámpara maravillosa

ALADINO Y LA LÁMPARA MARAVILLOSA

De pequeña me contaron la historia de Aladino y la lámpara maravillosa. El joven y soñador muchacho se encontró en medio del desierto una antigua lámpara y, mientras la limpiaba, un gran genio salió de su interior. Tras la sorpresa, el muchacho se dirigió al personaje preguntándole quién era y cómo había salido de tan pequeño objeto. El genio, aún aturdido por su larga estadía en el interior de la lámpara, comenzó a contarle su historia. Aladino, estupefacto por lo que estaba escuchando, comenzó a imaginar qué deseos le gustaría que se hicieran realidad. Es tan fácil dejar correr la fantasía, tan sugerente pedir y que se haga, al instante, realidad. Aladino eligió entre el amplio y ambicioso abanico de posibilidades tres deseos, según lo que el genio acababa de decirle. Deseos que cambiarían su vida al instante.
Hoy, a punto de cumplir años, las cosas no son como los cuentos ni nuestra ingenuidad es la de nuestra infancia. La realidad nos devuelve muchas veces  algún que otro desengaño y conseguir lo que anhelamos no es tan fácil como frotar una lámpara maravillosa. No obstante, que las cosas no se consigan de inmediato no empaña la alegría de conseguirlas.
En estos días festivos, de encuentros familiares, de comidas de empresas y de amigos, he tenido la oportunidad de compartir mesa con relaciones que se han ido estableciendo en estos años de trabajo. Vínculos que a veces una misma no se da cuenta que tiene y, sin embargo, ahí están y crecen con los años. Personas amables, con profesiones interesantes y ambiciones de futuro se van sumando, poco a poco, y van enriqueciendo mi mundo, mundo soñado algún día en el pasado y que se va haciendo realidad, granito a granito.
No me desilusiona que la vida no sea como en el cuento de Aladino, que a veces haya que hacer un esfuerzo para levantar el teléfono y llamar a alguien desconocido, que haya que pasar momentos difíciles, que incluso una llegue a sentirse una incomprendida en su tierra. La vida siempre te devuelve con creces lo que has sembrado y compartir una noche, una tarde, con estas personas de bien, multiplica mis energías. Ellos y ellas son los que iluminan mi camino, los que ponen su energía en el exterior para cambiar la realidad de su casa, su barrio, su ciudad. Presentadores de televisión, directores de diarios, empresarios, médicos, promotores asociativos, políticos, conocedores de su tierra, maestros, etc.
Los grandes proyectos se van haciendo a lo largo de los años, a veces, sin darse cuenta, hasta que llegan estos momentos en los que se mira alrededor y puedes ver las personas que se han ido sumando, los logros alcanzados, la vida transformada. Mi vida personal y profesional no ha sido fácil, como no es la vida de nadie, pero tengo la alegría de estar en el camino deseado, con las energías plenas, mirando al futuro de mi ciudad y viéndome ocupar un lugar en ella.
Felices fiestas, feliz año nuevo, compañeros de la vida.

Helena Trujillo Luque

miércoles, 23 de diciembre de 2009

¿Quién entiende mis padecimientos?

APUNTES DEL TEXTO PSICOANÁLISIS Y MEDICINA,
del libro Freud y Lacan –hablados- 1


¿Qué psicoanalista actualmente, a pesar de las pretensiones teóricas del psicoanálisis, no quiere curar cuando trabaja, no tiene ambiciones de curar cuando practica el psicoanálisis?
Esta ambición de curar sería para el mismo psicoanálisis un defecto del psicoanalista.
El propio Freud escribe que en su práctica cotidiana sólo sentía tranquilidad cuando alguien le contaba un sueño, es decir, cuando el paciente se dignaba a hablarle de algo que podía entender por conocer su modo de producción.
La medicina nunca comprendió y no comprende al paciente neurótico, al paciente nervioso. En los ambulatorios, el 50% de los pacientes están desatendidos médicamente porque concurre con padecimientos mentales y los ambulatorios no tienen asistencia médica específica para este tipo de enfermedades.
La medicina experimenta con el paciente neurótico nuevos métodos terapéuticos frustrados, en tanto ninguno de ellos tiene en cuenta el descubrimiento psicoanalítico. Freud atribuye a la afectividad, a los sentimientos, la capacidad de enfermar el organismo.
¿En qué universidad se enseña esta nueva disciplina? ¿Dónde se transmite la experiencia que permitirá curar enfermedades que todavía no fueron concebidas como tales por la medicina?
Muchas veces pensamos que el paciente finge. Aún hoy los síntomas nerviosos son mal vistos, son considerados como un vicio o un capricho.
Hay enfermedades que son crónicas para la Medicina y que para el Psicoanálisis se transformarían en enfermedades agudas. Por ejemplo la úlcera. Comienza cuando uno es muy jovencito con una especie de gastritis, una especie de rabia por todo, una especie de impotencia por hacer lo que los otros nos piden, nuestros padres, nuestra mujer, nuestro jefe. Ya para entonces la gastritis se ha convertido en una pequeña ulcerita y eso quiere decir una pérdida de sustancia. A nadie se le ocurriría cortarse un dedo, a Van Gogh se le ocurrió cortarse una oreja. Sin embargo hay millones de personas que son capaces de cortarse un poquito de estómago y nadie piensa que están locos.
Tenemos que llamar la atención sobre el bombardeo de medicamentos a los cuales todos estamos acostumbrados, tanto pacientes médicos como pacientes psiquiátricos. Habrá que proponerle al paciente algo que la medicina no tiene para proponer, que es otra mirada, otra visión sobre la problemática que lo aisla.
Los licenciados en Psicología no están capacitados para entrar en el mundo del inconsciente y si lo hacen son curanderos si todavía no cumplen los requisitos de ser psicoanalista.

...

lunes, 14 de diciembre de 2009

El amor no existe o es con la madre...


SEGUIMOS LA LECTURA SOBRE EL CONCEPTO DE RUPTURA.


AUTOR DEL TEXTO: Miguel O. Menassa


NOTAS DEL TEXTO:


El psicoanálisis contesta a la pregunta qué es el amor y contesta de una manera brutal. El amor no existe o es con la madre, y en una tendencia más positiva, es esencial, por lo tanto es a nivel de la especie. El amor, esa tendencia a la unión que permite la procreación de la especie. Como sentimiento su existencia siempre demuestra la presencia del cuerpo de la madre y, en lo social, es ese amor por la madre lo que se opone al cumplimiento de los pactos simbólicos, a las conversaciones entre seres humanos. No digo aceptar el inconsciente para aceptar que tengo procesos inconscientes sino que aceptar el inconsciente ha de transformar mi propia filosofía de la conciencia. A nadie se le ocurriría ir a un carrusel y querer que el carrusel vaya al revés.


Cuando se ingresa en el campo psicoanalítico se quiere que el carrusel gire para donde se le ocurre a la fantasía de cada uno.


Toca a todos el psicoanálisis porque es una cuestión sobre la verdad.


La palabra es arbitraria y ninguna palabra quiere decir nada por sí misma.Un hecho es un hecho para el psicoanálisis después de ser interpretado.


La ciencia viene a criticar la ideología esta tendencia a mostrarnos un sólo lado de las cosas, un sólo color del amor.


No solamente es posible que un psicoanalista se equivoque, sino que es absolutamente fundamental para el psicoanálisis que el psicoanalista se equivoque, de lo contrario, el mecanismo de idealización lleva al paciente a un estado tal, donde no se distingue un globo del paciente.


Ante el error del psicoanalista hay primeramente una demostración de horror, en tanto en el primer error que comete el psicoanalista -si el paciente le ve y se da cuenta que está ahí trabajando- concluye que lo hace por dinero, porque estudió para eso y no porque me quiere. Si me quiere, me quiere en general,  con un amor social, amor a los hombres, a las mujeres, está interesado en la salud pública. Entonces eso es como un horror, darnos cuenta que esa relación, la mejor de nuestra vida, la pudimos conseguir pagando. Con esa persona en función social pude esa relación. Darse cuenta de esas cosas van rompiendo algunas de las fuentes de idealización y permite una mejor asociación libre. Y el psicoanalista menos idealizado trabaja mejor.


En la práctica psicoanalítica no hay práctica psicoanalítica si no hay consecuentemente con ella una transformación, no sólo de los pacientes, sino del psicoanalista.




Es decir que si no hay transformación del practicante no se está practicando el psicoanálisis, se está practicando otra cosa.


Para que se esté practicando el psicoanálisis el operador tiene que transformarse en la operación que realiza.


No hay práctica como la psicoanalítica para esa explicación, en tanto ustedes saben que está programado dentro de las comunidades psicoanalíticas no sólo el psicoanálisis del psicoanalista -eso se descarta- sino la supervisión permanente con una persona con mayor experiencia en el campo y en forma comunitaria. La supervisión permanente, es decir, una tercera voz, una tercera oreja en esa relación tan compleja de transformar al sujeto psíquico.


Nunca es un hecho solitario el psicoanálisis, es un hecho exquisitamente comunitario, en tanto no sólo se lucha para que el paciente no se relacione sólo con su madre, o bien con su psicoanalista en el lugar de su madre, sino que también las comunidades psicoanalíticas tienen una alta preocupación en que el psicoanalista no se relacione sólo con su paciente, es decir, solamente con su madre.











Esta tarde algo aprenderé



ESTUDIANDO. TEXTO CONCEPTO DE RUPTURA.
Autor: Miguel Oscar Menassa.


NOTAS DESTACADAS:


Cuando mi mamá me quita el pecho a los cuatro meses no me doy cuenta de nada. Me doy cuenta cuando dentro de unos años -que pueden ser 1, 2 ó 35- comprendo que los niños pequeños toman el pecho. El inconsciente se constituye por après-coup, por recurrencia, por acción diferida, funciona en mí sin que yo sepa nada de él, pero es un saber que sin saber poseo. Y éste es un nuevo campo ideológico que abre el psicoanálisis: el de un saber no sabido por el sujeto.


El tiempo del inconsciente es el futuro anterior, que es un tiempo diferente al de nuestra conciencia, al que usamos cuando vivimos nuestra vida cotidiana. Decimos, entonces, que el inconsciente produjo también una ruptura con respecto a la vida.


Y si sangra el hombre por varias heridas, con la producción del inconsciente, fue también una herida (creo del mismo calibre) decirle al hombre que la vida sexual tenía tamaña importancia en su vida psíquica.



Es decir, que la conciencia para el psicoanálisis es un órgano perceptual que, al percibir la realidad, la hará como cualquiera de los otros órganos perceptuales.
Por lo tanto, la conciencia sólo podrá tener de la realidad una visión no convalidada, un pre-juicio, una representación ideológica de la realidad. 


Todas las ciencias contemporáneas se transforman en ciencia cuando pueden romper el circuito de lo real cuando desaparece uno de los términos de la relación real. Se transforman en ciencia cuando la relación real-imaginario se transforma en relación imaginario-real-simbólico. Y esto pasa en la lingüística, con el psicoanálisis, con la teoría del valor también pasa en la física, en tanto las primeras construcciones teóricas de la física se hacen tomando como estructura formal, vacía, la estructura de las magnitudes geométricas. El instrumento que hace posible una teoría física es un instrumento matemático.



Las ciencias no vienen a dar exactitud. Vienen a dar problematización. La de la exactitud es la ideología, que es quien dice: ese vestido es negro. La ciencia dice: esa fibra es sintética y tiene dos partes. La ciencia no tiene mirada, lo que tiene mirada es la ideología.




Todo no, pero hay cosas que sólo se resuelven con psicoanálisis.



Comienzo la celebración de mis primeros 10 años de profesión,
lanzando una promoción muy interesante:







Si comienza a psicoanalizarse en diciembre de 2009, puede disfrutar de condiciones muy ventajosas: 
4 sesiones por sólo 200 euros al mes (1 sesión semanal)
Un importante ahorro económico para comenzar el nuevo año
 realizando una buena inversión.

Usted puede preguntarse ¿para qué sirve psicoanalizarse?:

·         Comienzo a psicoanalizarme, no para curar ninguna herida pasada, sino para vivir mejor los años futuros.
·         Nuevos caminos otorgan nuevas libertades y eso cualquiera lo sabe. Pero, también, hay que saber, que vienen acompañados de nuevos compromisos.
·         Sólo caminando se sabe dónde se tiene que ir.
·         Ninguna locura es magistral, es decir, ninguna locura puede dejar ninguna enseñanza.
·         Tengo que decidirme a tomar algo del mundo. Con todo el mundo, nadie se puede quedar.
·         Poder pronunciar en voz alta las fantasías sobre una persona, aparentemente, loca, la mejora.
·         En lugar de abandonarlo todo, tengo que aprender a abandonarme en todo.
·         No tengo miedo de volver, tengo miedo de no haber partido nunca.
·         Quería ser el mejor en todo. Terminé queriendo fracasar mejor que nadie y casi lo consigo; de no ser porque la angustia me señalaba errores, hubiese sido ciego hasta la muerte.


Y si aún no sabes por qué comenzar tu psicoanálisis debes saber:

Un deseo que no transcurra como palabra no puede ser transformado 
y un deseo que no se transforma es, todavía, un deseo sexual infantil sin sentido social, debería ser reprimido.

SOLICITE UN HORARIO. Teléfonos 952 39 21 65 – 626 67 33 22.

miércoles, 9 de diciembre de 2009

Acerca de la libertad





BALBUCEAR, de La Poesía y Yo
-FRAGMENTO-
Fui libre todo lo que quise.
De tanta libertad
me fui llenando las manos
y los ojos
de violentas miserias.

La soledad y el hambre
en cada libertad
se apoderaban de mi mente
y rumiaba la libertad
como si la libertad
fuera un pasto salvaje
y yo una fiera.

Libertad inútil libertad
y mordía una vez más ese vacío
y salía a la calle
y los mercaderes me miraban
con malos ojos
y algunos amigos me decían:

Estás adelgazando
seguir así
te llevará al silencio
alguna tarde morirás.

Muerto
yo los miraba
entontecido sin comprender.
Envolvieron mi cuerpo
con delicadas prendas
como nunca nadie me había visto
y se gritaban unos a otros:

La libertad vivía en él.
La libertad ha muerto.


FUNDAMENTOS ANTOLÓGICOS DE POESÍA Y PSICOANÁLISIS
-FRAGMENTO-
Palabra a palabra construiré un imperio.
Soy un ser aislado, suspendido entre signos de puntuación.
Un sereno juglar de la belleza oculta, de los bienes perdidos. 
Alma me dicen y mi congoja llega hasta los límites del mar.
Amor me dicen y se desgarra mi tierra en terremotos, caídas.

Soy un ser enamorado del pedazo de pan que me llevo a la boca.
Un solitario ser, amante del crujido del pan entre mis dientes.
Paz me dijeron y estalló frente a mí, la guerra, la vergüenza.
Paz, gritaban, mientras le cortaban las manos al cantor, al viento.

Soy mi Tristán, La Isolda, el ser vivo del otro, vieja soledad.
Esa vieja costumbre de saber recorrerme sin violencia, sin Dios.
Un punto en el centro del corazón, una coma colgando de los labios.

¡Libertad! Me gritaron, ¡Trabajo! me gritaron y libertad.
Fue divertido ver como se ataban hasta inmovilizarse.
Me agarré los huevos con las dos manos y zarpé.



DESDE ARGANDA DEL REY, LA PUTA VERDAD
3 de agosto de 1984, Madrid, Arganda del Rey
-FRAGMENTO-
No hay fuerza que termine con la libertad de palabra, porque la libertad de palabra, depende de la palabra y no del que la pronuncia. La libertad por la cual el hombre en general, lucha toda su vida es, simplemente, un desatino frente a la libertad que lo somete. Es decir cualquier palabra puede ser unida a cualquier palabra, y eso es una ley. Es decir, la ley vendría a decir que el que habla, por hablar, adquiere la libertad de lo que habla. Si un hombre mata a todos los universos y queda sólo, él mismo, al hablar, quedará en libertad y todo recomenzará nuevamente. Cualquier tirano lo sabe.


PSICOANÁLISIS Y VIDA COTIDIANA 
-FRAGMENTO-
  Llamamos vida cotidiana al espacio tiempo de nuestra vida producido por dos sobredeterminaciones: la determinación social y la determinación inconsciente, y una imposición variable: los modelos ideológicos del Estado. Las tres variables en juego hacen imposible al sujeto tener una vida cotidiana que escape a la articulación entre su posición de clase, su enfermedad mental y los modelos ideológicos del Estado. La libertad del hombre queda reducida a las fisuras que se produzcan en dicha articulación. Quiero decir, la libertad casi no existe y cuando existe es considerada como delincuencia, como locura o como inmoralidad.

AMOR PERDIDO BUENOS AIRES
-FRAGMENTO-
Estuve en Buenos Aires cuando un viento helado del pasado,
rozó por un instante a la mirada del mundo nuestro futuro,
cuando por poco pasa, lo que por no pasar fue todo goce,
ahí, en ese tiempo de la historia, estuve en Buenos Aires.
Que la justicia sea igual para todos, sólo eso pedían.
Altaneros, sabiendo que la vida, aún, es el futuro.
Un domingo de Pascuas, como si fuera Poca fiesta,
resucitó, alegre, así debo decirlo, todo un pueblo.
Una vez sacudida la nostalgia, el miedo, todo lo pasado,
salieron a la calle despiertos, cientos, miles, millones
y se juntaron como bandadas de palomas abiertas de paz.
Y todos juntos cantaban a los gritos sus deseos.
Nadie pedía pan, nadie pedía libertad para nadie.
La justicia sea igual para todos, sólo eso pedían.


AUTOR DE LOS LIBROS: MIGUEL OSCAR MENASSA


¿Qué piensas sobre la libertad?




domingo, 6 de diciembre de 2009

¿Contrato de amor?




Existe el contrato de trabajo, y no sólo en el derecho, sino más bien, primero, en el lugar de trabajo. No existe por ahora un contrato de amor, ya  que el contrato matrimonial no se puede considerar un contrato de amor, ya que en él tiene que ver más el dinero que el amor o, sencillamente, el deseo.

No existe ningún contrato universal que regule la cantidad de horas que necesita un amor para sobrevivir. Sin embargo, hay leyes internacionales del trabajo que aquellos países que no las cumplen son subdesarrollados o peor aún. Todo trabajador tiene una idea más o menos clara de cuántas horas tendrá que trabajar este mes y también cuántas horas tendrá que trabajar el mes que viene. 

Ningún amante sabe exactamente las horas que tendrá que dedicarle a su amante durante este mes y el próximo para poder lograr su goce, su felicidad, su permanencia a su lado.

Separar apropiadamente el sexo del dinero debe ser tarea tan fuerte como separar el número dos de la palabra amor, que no sé si algo he conseguido en ese sentido, a pesar de haber puesto toda mi energía en el tema durante los últimos cuarenta años de d mi vida. ¡Qué horror!


(Fragmento de la novela: NO VE LA ROSA, de Miguel Oscar Menassa)

viernes, 4 de diciembre de 2009

Suicidio juvenil

TODO SE TIÑÓ DE NEGRO
Otra vez una inesperada muerte ha teñido de negro la vida de una familia. Una joven de 17 años desaparecida días atrás, ha aparecido muerta en una pista forestal, no muy lejos de su casa. Las especulaciones no se hacen esperar, asesinato, muerte violenta, suicidio…La autopsia descarta la intervención de otras personas y sospecha que el fallecimiento se ha producido por la ingesta de barbitúricos. La familia, desecha en dolor, no se explica lo ocurrido. “Era una chica normal”.
La mayoría de las veces el suicidio sorprende a los más allegados de la víctima, si deja huellas, en forma de cartas, despedidas, etc. se encuentran después del fallecimiento o del intento fallido de poner fin a su vida. Cuando una persona está decidida a quitarse la vida, es muy difícil impedírselo, sobre todo porque no avisa de forma directa. Es un asunto este muy desagradable y doloroso, pues suele afectar a personas, aparentemente, sanas, a las que la vida no les va del todo mal, pero que esconden tras esa apariencia de normalidad o mera tristeza, una grave enfermedad como es la depresión.
No es la primera vez que alertamos de la importancia de detectar y tratar esta patología, que se disfraza detrás de malestares orgánicos, disminución de la capacidad de obtener placer, pérdida del apetito, abandono de las relaciones sociales, abandono o despido laboral provocado por el propio sujeto, directa o indirectamente, etc. Con esto vengo a decirles que no se diagnostica a un deprimido porque este diga: “estoy triste”, “qué deprimido estoy”, “tengo ganas de morirme”, etc. Eso nos pasa a casi todos en algún momento de la vida y eso no quiere decir que estemos pasando por una depresión.
Esta enfermedad es como una sombra gris que se posa sobre la persona, que le aleja de los gustos y las personas que, hasta ese momento, le generaban interés. Le va generando una sensación de que la vida no merece la pena y suelen dirigirse reproches a sí mismos que no corresponden, exactamente, a sus cualidades personales. Es como si hubieran sido defraudados por algo o por alguien y no pueden soportarlo. Se les cayó un ideal y no pueden establecer uno nuevo.
Las cifras de depresión en la población son altas, es una de las enfermedades psíquicas de mayor prevalencia, pero también una de las que no siempre es adecuadamente tratada. Muchas veces se les tacha de caprichosos. Se les intenta convencer de que salgan, de que disfruten. Ellos no pueden. Es fundamental un buen diagnóstico y acudir cuanto antes a tratamiento. La depresión es una de las patologías que responde antes y mejor al tratamiento psicoanalítico. Pero cuando los pacientes acuden tras años y años de enfermedad, esta ya forma parte de la propia personalidad del sujeto y la resistencia al cambio es mucho mayor. Para que entiendan, si al principio la enfermedad se reconoce como algo ajeno y molesto, con los años la enfermedad forma parte de la vida de la persona, y lucha tenazmente contra todo tratamiento que intente modificarlo.
Nunca es tarde si la dicha es buena, pero hay que actuar cuanto antes, porque el paciente corre grave peligro. Es triste que una joven como esta haya puesto fin a su vida, cegando toda posibilidad de futuro para ella. Un paso a tiempo le hubiera ayudado a superar su tristeza y ahora no estaríamos lamentándonos. A ella ya no la podemos ayudar, a las muchas personas deprimidas sí que podemos ayudarlas a VIVIR.
Helena Trujillo Luque
Psicoanalista Grupo Cero

lunes, 30 de noviembre de 2009

Confidencias muy íntimas


TE LO CONFIESO
Yo estuve allí. El sábado me acicalé, cogí mi coche y me dirigí al Teatro Cervantes, no sin sortear el intenso tráfico que la tarde-noche poblaba las calles más céntricas de Málaga. No soy asidua a obras teatrales, ello no quita mi interés por este arte y mi deseo de participar, cada vez más, en la vida cultural de nuestra ciudad. Dicho y hecho, el otro día consulté la programación del teatro y bingo, una obra curiosa “Confidencias muy íntimas”, un argumento perfecto para animarse.
El teatro estaba abarrotado, qué alegría. Personas de todas las edades, jóvenes y muchos mayores, animados a pasar una entretenida noche. Se apagaron las luces, el espectáculo comenzaba. Un diván o chaise-longue destacaba en el escenario. La obra resultaba entretenida, con diálogos sencillos que no profundizaban demasiado en la vida de los personajes. Una confusión era el centro argumental del texto, confusión que dio paso a una curiosa relación entre dos personajes, uno un falso psiquiatra-psicólogo-psicoanalista y otra, la arrolladora paciente-confesora.




Tras mi alegría por sentir el protagonismo de la relación terapéutica, sobrevino mi ofuscación. No sólo confundían términos, psiquiatra-psicólogo-psicoanalista, gran error, sino que además, el verdadero psiquiatra-psicólogo-psicoanalista era un personaje despreciable y dominador, sólo interesado por el cobro de los honorarios. Me indignó el protagonismo de los prejuicios y la desinformación al respecto. Cualquier persona que haya pasado por la consulta de un verdadero psicoanalista habrá comprobado el escrupuloso respeto que este profesional profesa a sus pacientes, son importantes los honorarios, claro, como en todas las profesiones, pero una de las premisas fundamentales es que el psicoanalista no cobra, no va detrás del paciente para que éste le pague, sino que es el paciente el que paga al psicoanalista, el que necesita pagar para obtener no sólo el tratamiento, sino también la libertad.

Debajo de ese aparente carácter chistoso de la obra se escondía la idea de que todo el mundo puede escuchar y que por el mero hecho de hablar una persona se transforma y se libera de sus síntomas. Si esto fuera así, otro gallo cantaría. No reconocen que el propio paciente es el que presenta más resistencias a abandonar sus síntomas, que no son las palabras dichas de cualquier forma las que curan y que, por otro lado, el que más queda afectado por la relación es el que escucha, de ahí la importancia de la formación del psicoanalista.
Basta ya de tanta confusión. Un psicoanalista no es igual que un psicólogo o un psiquiatra. Dejémonos de comportarnos como gente inculta. A estas alturas no nos conviene. Sí, me lo pasé bien en el teatro porque sabía que luego escribiría este artículo. Pero me gustaría que el mundo supiera aprovechar lo que el mismo mundo nos da. Muchas personas necesitan tratamiento psíquico y necesitan saber a dónde acudir. No les confundamos más, leamos algunos libros, documentémonos bien, este error no ocurriría si se tratara de otras profesiones. Perdón y gracias. Hasta la próxima.

Helena Trujillo Luque
Psicoanalista de la Escuela Grupo Cero

jueves, 19 de noviembre de 2009

La jubilación. Usted qué opina

LA JUBILACIÓN

¿Es positivo este momento de nuestra vida?
¿Cómo afrontar la jubilación?
¿Jubilación anticipada?




Y usted, ¿qué opina?


Un saludo.

lunes, 2 de noviembre de 2009

Este miércoles comienza el curso breve de PSICOANÁLISIS




El curso está dirigido a todos aquellos que quieran conocer el Psicoanálisis, un pensamiento que ha revolucionado el arte, la salud mental y la filosofía. 

La producción central de la obra de Freud es el concepto de inconsciente. Del inconsciente sabemos por la interpretación de sus manifestaciones en análisis. Estas son, entre otras: el sueño, la sexualidad, los actos fallidos u olvidos y el síntoma, cada una de estas formaciones o manifestaciones de lo inconsciente serán abordadas en el curso.

PROGRAMA DEL CURSO

Los temas son:

· La interpretación de los sueños

· ¿Por qué olvidamos?

· La sexualidad en psicoanálisis

· ¿Por qué enfermamos?


Precio: 50 €


Impartido por la psicoanalista Helena Trujillo.

Información e inscripción: 952 39 21 65

Pago mediante transferencia bancaria o PAYPAL

Horarios: Miércoles 21:30-22:30 horas (4,11,18,25 de noviembre)

Comienzo: Miércoles 4 Noviembre

Modalidad ONLINE: Retransmisión por TV HT PSICOANÁLISIS (via internet, para todos los países). En el curso de las retransmisiones en directo se puede intervenir para preguntar o comentar por chat.


jueves, 29 de octubre de 2009

Pintura y poesía, qué más se puede pedir






LA PATRIA DEL POETA
XI

                                      Añoro,
                                      aquellos días donde escribir
                                      era sentirse dueño de uno mismo.

Sentirse tranquilo y cotidiano, escribiendo,
mirando pasar, tranquilamente, los muertos.

Escribiendo dulcemente tus ojos,
manchas felinas,
entre la sangre seca y morada,
tu artero perfil entre las sombras.

Ritual efímero, tu voz,
surgiendo de lo más hondo.

Hilo de luz,
abanico inutilizado por la moda,
verano iridiscente, tu boca,
perfecto final.

Escribiendo,
como aquel juego árabe de la guerra,
o bien al atardecer,
una gota de sombra sobre la luz.
Tus caderas,
ritmo envenenado y loco,
movimiento fatal, entre mis simples,
gestos de amor al viento.


Miguel Óscar Menassa

lunes, 19 de octubre de 2009

Conmigo no podrán


CONMIGO NO PODRÁN

La intolerancia y la ignorancia pueden ser tan dañinas como un fusil. Creemos haberlo alcanzado casi todo, disponer de medios de comunicación supersónicos y dominar todos los rincones de nuestro planeta Tierra. ¿Para qué nos sirve todo eso si aún no se puede hablar?

Intentan, desde todos los ángulos posibles, dejarte sin voz, denominarte con insultos propios de otra época y poner en tu currículum actos que tú nunca cometiste. Todo en el firme propósito de alterar la realidad para que esta coincida con lo que ellos piensan, lo que creen pensar. No toleran que el mundo vaya más allá de sus narices. Tienen su propio credo que ni siquiera practican. Hipocresía que se extiende más que cualquier gripe y que mata más la libertad que cualquier enfermedad.

Conmigo no podrán. He comprado el arma más poderosa que existe, la cultura. He pagado por este pensamiento que tengo y que hace que sea esta mujer, con esta boca, en este mundo. Mujer, poeta, psicoanalista, trabajadora. Podrán negarlo, silenciarlo, tergiversarlo, pero pagarán cara su ignorancia.

Aquel que construyó con su propio trabajo su casa, con su propio trabajo su vida, con su propio trabajo su libertad, no puede ser tratado como un necio. Los hechos hablan y el futuro les demostrará qué equivocados estaban cuando, en lugar de estudiar, insultaban, en lugar de trabajar, se quejaban y en lugar de educar a sus hijos, los soltaban a las calles para que fueran drogados o asesinados. Un mundo que trata así a sus hombres y a sus mujeres no es un buen hogar.

Helena Trujillo Luque

Psicoanalista Grupo Cero

jueves, 15 de octubre de 2009

¿Qué hago con mi hijo?



Cada vez más los padres consultan con profesionales para valorar si es adecuado o no el comportamiento de sus hijos. No es cierto que no se preocupen por ellos, pero sí es cierto que en muchas ocasiones se resisten a tomar las medidas que les indicamos los profesionales. La importancia de ciertos cambios en las dinámicas familiares, el papel de los límites dentro del orden educativo, el valor de la comunicación entre padres y educadores,etc.


Muchos vienen en busca, no de soluciones, si no de un diagnóstico. Y algunos consiguen uno del profesional: hiperactividad, depresión, trastorno bipolar, un niño ansioso, etc etc… Lo consiguen ¿y ahora qué? No creo que el diagnóstico excesivo esté ayudando en algo a los niños, ni mucho menos que les ayude a un desarrollo adecuado. Los psicoanalistas reiteramos que ciertos procesos son normales, que pasarán pasado un tiempo y que muchas otras manifestaciones infantiles son la manifestación de problemáticas paternas de las que el niño es la muestra.

Todos conocemos el resultado que puede tener una medicación que no cure, ya no sólo por la dependencia al fármaco, si no que todos sabemos que las sustancias químicas ocasionan, a veces, más efectos secundarios que beneficios. Es mejor recomendar cierta prudencia, tomar medidas en padres y educadores y, en última instancia, en el propio niño. La mayoría de las alteraciones infantiles se solucionan rápidamente con el tratamiento adecuado, pero hay que saber llegar a él. En este sentido educadores y médicos tienen que saber aconsejar a los padres, concienciarse de que el psicoanálisis es una herramienta muy eficaz en este tipo de trastornos, que no ocasiona ningún tipo de efecto secundario ni altera el desarrollo infantil, cosa que sí hace la medicación, como se mostraba en el reportaje emitido el martes en documentos tv. Niños enfermos crónicos con medicación para toda su vida que no presentan mejoría destacable. ¿Para qué?


Las mejores disposiciones humanas parten de las peores disposiciones, por tanto, no ceguemos lo que puede ser una fuente de energía con la dirección adecuada. Hay que aprender a tratar mejor a los niños y a los jóvenes, escucharlos más, respetar que tienen gustos y opiniones y transformar ciertas tendencias sádicas de muchos adultos.


Helena Trujillo

psicoanalista


El enfermo imaginario.


Taller de escritura miércoles 14 de Octubre de 2009

El enfermo imaginario, Moliere

La acción, en París, en 1673.

ACTO PRIMERO

ESCENA PRIMERA

ARGAN, solo en su alcoba y sentado a una mesa, ajusta con guitones las cuentas del boticario. Conversando consigo mismo, platica de este modo:

ARGAN. -Tres y dos cinco, y cinco, diez, y diez más, veinte... Tres y dos cinco.
"ltem, el día 24, una ayuda estimulante, preparatoria y emoliente, para ablandar, humedecer y refrescar las entrañas del señor." Lo que más me agrada de Fleurant, mi boticario, es su cortesía:
"Las entrañas del señor, seis reales." Pero eso no basta, amigo mío: a más de correcto, es preciso ser razonable y no desplumar a los pacientes. ¡Seis reales por una lavativa!... Ya sabéis cuánto me satisface complaceros; pero como en ocasiones anteriores me las habéis cobrado a cuatro reales, y en lenguaje de boticario cuando se dice veinte hay que entender diez, pongamos dos reales...
"Item, en el mismo día, según prescripción, una buena ayuda detersiva, compuesta de catalicón doble, ruibarbo, miel rosada y otros, para barrer, lavar y dejar limpio el bajo vientre del señor, seis reales." Con su permiso, abonaremos sólo dos.
"Item, en el mismo día anochecido, un jarabe hepático, soporífero y soñoliento, destinado a dormir al señor, siete reales." De esta partida no me puedo quejar, porque, en efecto, dormí a pierna suelta...
"Item, el día 25, una excelente pócima purgante, corroborante, compuesta de oasis fresco, sen levantino y otros, según receta del señor Purgon, destinada a expulsar y evacuar, la bilis del señor, dieciocho reales." ¡Ah, mi señor Fleurant, esto es ya una burla! Hay que tener consideración con los enfermos, de los cuales vivís; y como el señor Purgon no os habrá ordenado que pongáis dieciocho reales, cargaremos tan sólo doce, si no os molesta.
"Item, en el mismo día, una poción anodina y astringente, para procurar reposo al señor, seis reales." Bien...
"Item, el día 26, una ayuda carminativa para expulsar las ventosidades del señor, siete reales." Tres, señor Fleurant.
"ltem, la misma ayuda, repetida por la tarde, siete reales." Tres...
"Item, el día 27, un preparado enérgico, para estimular la expulsión y limpiar de males humores al señor, doce reales." Doce... Celebro que hayáis razonado en esta ocasión.
"Item, en el día 28, una toma de suero clarificado y azucarado, para dulcificar, lenificar, atemperar y refrescar la sangre del señor, veinte." Diez...
"Item, una poción cordial y preservativa, compuesta de doce gramos de bezoar, jarabes de limón y granada y otras hierbas, según prescripción, veinte reales." ¡Poco a poco, señor Fleurant!... ¡Abusando de este modo, no habrá nadie que quiera estar enfermo!... Conformaos con doce reales... Tres y dos cinco, y cinco, diez, y diez, veinte... Doscientos veintitrés reales, cuarenta céntimos y treinta maravedises. Resulta, pues, que en el mes corriente he tomado... una, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete, ocho y nueve medicinas; más una, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete, ocho, nueve, diez, once y doce lavativas; mientras que en el mes anterior fueron doce medicinas y veinte ayudas. ¡Ahora me explico por qué no me encuentro este mes tan bien como el pasado! Se lo diré a Purgon para que me regularice el tratamiento... ¡A ver! Que se lleven todo esto de aquí... ¿No hay nadie?... ¡Por más que digo, siempre me han de dejar solo!... ¡No hay manera de conseguir que estén en su puesto! (Toca una campanilla.) Ellos que no atienden, y esta campanilla que no suena bastante... (Vuelve a tocar.)¡Nada! (Toca.) ¡Están sordos!... ¡Antonia! (Toca.) ¡Como si no llamara!... ¡Perros! ¡Granujas! (Toca de nuevo.) ¡Me da una rabia! (Deja la campanilla y grita.) ¡Tilín, tilín, tilín! ¡Pícaros de todos los diablos! ¿Es posible que abandonen de este modo a un pobre enfermo? ¡Tilín, tilín, tilín!... ¡Cabe nada más lastimoso! ¡Tilín, tilín, tilín! ¡Dios mío, me dejan morir solo! ¡Tilín, tilín, tilín!

ESCENA II

ANTONIA (Entrando). - ¡Ya va!

ARGAN. - ¡Ah, perra!

ANTONIA (Fingiendo haberse dado un golpe en la frente).- ¡Malhaya vuestras impaciencias!… De tal modo la aturrulláis a una, que a poco si me dejo los sesos en el quicio de un postigo.

ARGAN (Furioso) -¡Traidora!

ANTONIA (Sin dejar de quejarse Para interrumpirle e impedir que grite). - ¡Ay!

ARGAN. - Hace…

ANTONIA. - ¡Ay!

ARGAN. - ¡Hace una hora…

ANTONIA. - ¡Ay, ay!

ARGAN. - …que me has abandonado!

ANTONIA. - ¡Ay!

ARGAN. - ¡Calla, granuja, y déjame que te reprenda!

ANTONIA. - ¡Eso es!... Encima de lo que me he hecho...

ARGAN.- ¡Tú me has hecho a mi desgañitarme, carroña!

ANTONIA. - Y yo me he roto la cabeza; váyase una cosa por la otra. Estamos en paz.

ARGAN. - ¡Cómo, infame!

ANTONIA. - Si continuáis regañándome, lloro.

ARGAN. - ¡Abandonarme así!

ANTONIA (Insistiendo en su propósito de no dejarle hablar). - ¡Ay, ay, ay!

ARGAN. - ¡Lo que tú pretendes, perra!…

ANTONIA. - ¡Ay, ay!

ARGAN. ¿Pero no he de tener ni la satisfacción de reñirte?

ANTONIA. - ¡Reñid, reñid hasta que os hartéis!

ARGAN. - ¡Si no me dejas, ladrona! ¡Si me interrumpes a cada palabra!

ANTONIA. - Si vos tenéis la satisfacción de reñir, ¿por qué no he de tener yo la de llorar? A cada uno lo suyo ¡Ay, ay!

ARGAN. - ¡Habrá que aguantarse!... Quítame esto, granuja, quítame esto. (Se levanta.) ¿Me ha hecho bastante operación la lavativa?

ANTONIA. - ¿La lavativa?

ARGAN. - Si. ¿He echado mucha bilis?

ANTONIA. - ¡A mí qué me importa! Eso no es cuenta mía; eso se queda para el señor Fleurant. Él es el que debe meter la nariz, ya que es él quien cobra las ganancias.

ARGAN. - Que me tengan preparada una taza de caldo para tomarla con la poción que me toca ahora.

ANTONIA. - ¡Bien se divierten a vuestra costa los señores Fleurant y Purgon! Han encontrado una vaca y la ordeñan a gusto. Quisiera yo saber qué enfermedad es la vuestra, que necesita de tantos remedios.

ARGAN. - ¡Calla, ignorante! ¿Quién eres tú para, criticar las prescripciones de la medicina?. . . Ve a llamar a mi hija Angélica, que tengo que hablarle.

ANTONIA.- Aquí viene. Parece que ha adivinado vuestros deseos.

ESCENA III

ARGAN, ANGÉLICA y ANTONIA

ARGAN. -Acércate, Angélica. Llegas a tiempo, que quiero hablarte.

ANGÉLICA. -Ya os escucho.

ARGAN (Corriendo a sentarse en el bacín). - Aguarda dame el bastón. Vuelvo al instante.

ANTONIA (Riéndose de él). - ¡Corra, corra, señor! ¡Lo que nos da que hacer el señor Fleurant!

ESCENA IV

ANGÉLICA y ANTONIA

ANGÉLICA (Mirándola lánguidamente y en tono confidencial). - ¡Antonia!

ANTONIA. - ¿Qué?

ANGÉLICA. - Mírame.

ANTONIA. -Ya os miro. ¿Qué hay?

ANGÉLICA. - ¡Antonia!

ANTONIA. - ¿Qué hay con tanto Antonia?

ANGÉLICA. - ¿No adivinas de lo que quiero hablarte?

ANTONIA. -Me figuro que será de vuestro pretendiente; hace seis días que no habláis de otra cosa.

ANGÉLICA. -Pues si lo sabes, ¿por qué no te apresuras a hablarme de él y me ahorras la vergüenza de ser yo quien te saque la conversación?

ANTONIA. -Si no me dais tiempo.

ANGÉLICA. -Es verdad. Te confieso que no me cansaría de hablar de él, y aprovecho todas las ocasiones para abrirte mi corazón. Dime, ¿repruebas tú mi enamoramiento?

ANTONIA. - Ya me guardaría.

ANGÉLICA. -¿Hago mal abandonándome a tan deliciosas emociones?

ANTONIA.- ¿Quién dice eso?

ANGÉLICA. -¿Tú crees que yo debiera mostrarme insensible a las ternuras de su pasión?

ANTONIA. -De ningún modo.

ANGÉLICA. - ¿Y no te parece a ti, como a mí, que algo de providencial, algo... dispuesto así por el destino, en la forma imprevista de conocernos?

ANTONIA. - Sí.

ANGÉLICA. -Y el hecho de tomar mi defensa sin conocerme, ¿no es digno de un caballero?

ANTONIA. - Sí.

ANGÉLICA. -De un hombre generoso.

ANTONIA. - Conformes.

ANGÉLICA. -¿Y la gallardía con que lo hizo?

ANTONIA. -Es cierto.

ANGÉLICA. -¿Y es o no un buen mozo?

ANTONIA. -Sí que lo es.

ANGÉLICA. - Arrogante.

ANTONIA. - Sin duda.

ANGÉLICA. - Que en sus palabras, como en sus actos, tiene una distinción.

ANTONIA. - Seguramente.

ANGÉLICA. - ¿Y puede oírse lenguaje más apasionado que el suyo?

ANTONIA. - Es verdad.

ANGÉLICA. - ¿Y hay nada más enojoso que este recluimiento en que me tienen, privada de corresponder a los impulsos de esta mutua pasión, que el cielo nos inspira?

ANTONIA. -Tenéis razón.

ANGÉLICA. -Pero ¿tú crees, Antonia, que me quiere tanto como dice?

ANTONIA. -¡Cualquiera sabe! En cuestión de amores hay que andar siempre con cautela, porque el fingimiento semeja mucho a la verdad. Yo he visto algunos farsantes que lo remedan a maravilla.

ANGÉLICA. - ¿Qué estás diciendo, Antonia? Hablando como él habla, ¿sería posible que mintiera?

ANTONIA. - De todos modos, bien pronto podréis salir de dudas. En la carta de ayer os dice que está decidido a pedir vuestra mano; este es el camino; esa es la prueba más palpable de la veracidad de sus palabras.

ANGÉLICA. -Si me ha engañado, no volveré a creer jamás en ningún hombre.

ANTONIA. -Ya vuelve vuestro padre.

ESCENA V

ARGAN, ANGÉLICA y ANTONIA

ARGAN (Sentándose). -Ahora, hija mía, te voy a dar una noticia que seguramente te tomará de nuevas. Me han pedido tu mano. ¿Qué es eso?... ¿Te ríes? Bien mirado, no puede imaginarse noticia más halagüeña para una joven... ¡Oh, naturaleza! Ya veo bien claro que no tengo para qué preguntarte si te quieres casar.

ANGÉLICA. - Mi único deseo es obedeceros, padre mío.

ARGAN. -Me complace esa sumisión. Hemos ultimado el asunto y ya estás prometida.

ANGÉLICA. -Acataré a ojos cerrados vuestra voluntad, padre mío.

ARGAN. -Tu madrastra pretendía que tú y Luisa, hermana menor, entrarais en un convento. Desde hace tiempo ese era su propósito.

ANTONIA. (Bajo) -¡Su razón tiene la muy bribona!

ARGAN. (Continuando.) -Por lo cual se negaba al ahora a autorizar este matrimonio; pero he logrado reducirla y dar mi palabra.

ANGÉLICA. -¡Cuánto tengo que agradecer a vuestras bondades, padre mío!

ANTONIA. -Seguramente, ésta es la acción más cuerda de vuestra vida.

ARGAN. -Aun no conozco a tu futuro; pero me afirman que quedaré satisfecho y tú también.

ANGÉLICA. -Seguramente, padre mío.

ARGAN. -¿Cómo? ¿Tú le has visto?

ANGÉLICA. -Puesto que vuestro consentimiento me autoriza a abriros mi corazón, no os ocultaré que hace seis días el azar nos puso frente a frente, y que la petición que os han hecho es consecuencia de una inclinación mutua, experimentada desde el primer instante.

ARGAN. -No me habían dicho nada, pero me alegro, porque más vale que sea así. Según parece, se trata de un buen mozo.

ANGÉLICA. -Sí, padre mío.

ARGAN. -Arrogante.

ANGÉLICA. -Sí.

ARGAN. -De aspecto simpático.

ANGÉLICA. -Ya lo creo.

ARGAN. -De fisonomía franca.

ANGÉLICA. -Muy franca.

ARGAN. -Digno y juicioso.

ANGÉLICA. -Precisamente.

ARGAN. -Honrado.

ANGÉLICA. -Como el que más.

ARGAN. -Que habla el latín y el griego a maravilla.

ANGÉLICA. -Eso no lo sabía yo.

ARGAN. -Y que dentro de tres días será recibido de médico.

ANGÉLICA. -¿Médica, padre mío?

ARGAN. -Sí, ¿tampoco lo sabías?

ANGÉLICA. -No. ¿Quién os lo ha dicho?

ARGAN. -El señor Purgon.

ANGÉLICA. -¿Lo conoce el señor Purgon?

ARGAN. -¡Vaya una pregunta! No lo ha de conocer, si es su sobrino.

ANGÉLICA. -¿Cleonte sobrino de Purgon?

ARGAN. -¿Quién es ese Cleonte? Hablamos del joven que ha pedido tu mano.

ANGÉLICA. -¡Claro!

ARGAN. -Que es sobrino del señor Purgon e hijo de su cuñado, el señor Diafoirus, médico también. Ese joven se llama Tomás: Tomás Diafoirus, y no Cleonte. Con él es con quien hemos acordado esta mañana tu boda, entre el señor Purgon, Fleurant y yo. Mañana mismo vendrá el padre a hacer la presentación de tu futuro. Pero ¡qué es eso? ¿Por qué pones esa cara de asombro?

ANGÉLICA. -Porque vos hablabais de una persona y yo me refería a otra.

ANTONIA. -¡Eso es una burla! Teniendo la fortuna que tenéis, ¡seríais capaz de casar a vuestra hija con un médico?

ARGAN. -¿Quién te mete a ti donde no te llaman, imprudente?

ANTONIA. -¡Calma! ¿Por qué no hemos de discutir sin acaloramientos? Hablemos tranquilamente. ¿Qué razones habéis tenido para consentir ese matrimonio?

ARGAN. -La razón de que, encontrándome enfermo -porque yo estoy enfermo-, quiero tener un hijo médico, pariente de médicos, para que entre todos busquen remedios a mi enfermedad. Quiero tener en mi familia el manantial de recursos que me es tan necesario; quien me observe y me recete.

ANTONIA. -Eso es ponerse en razón. Cuando se discute pacíficamente, da gusto. Pero con la mano sobre el corazón, señor, ¿es verdad que estáis enfermo?

ARGAN. -¡Cómo , granuja! ¿Qué si estoy enfermo?… ¿Si estoy malo, insolente?

ANTONIA. -Conforme, señor; estáis malo. No vayamos a pelearnos por eso. Estáis muy malo, lo reconozco; mucho más malo de lo que os podéis figurar, estamos de acuerdo. Pero vuestra hija, al casarse, debe tener un marido para ella, y estando buena y sana, ¿qué necesidad hay de casarla con un médico?

ARGAN. -Si el médico es para mí. Una buena hija debe sentirse dichosa casándose con un hombre que pueda ser útil a la salud de su padre.

ANTONIA. -¿ Me permitís, señor, que os dé un consejo leal?

ARGAN. - ¿Qué consejo es ése?

ANTONIA -No volváis a pensar en ese matrimonio.

ARGAN. -¿Por qué?

ANTONIA. -Porque vuestra hija no consentirá con él.

ARGAN. -¿Que no consentirá?

ANTONIA. -No.

ARGAN. -¿Mi hija?

ANTONIA. -Vuestra hija, que no quiere oír habla del señor Diafoirus, ni de su hijo, ni de ninguno de los Diafoirus que andan por el mundo.

ARGAN. -Pues yo sí. Además, esa boda es un gran partido. El señor Diafoirus no tiene más hijo ni heredero que ese; y el señor Purgon, que es soltero, lega en favor de ese matrimonio sus ocho mil duros de renta.

ANTONIA. -¡La de gente que habrá matado para hacerse tan rico!

ARGAN. -Ocho mil duros de renta es una cantidad muy respetable; y unida al caudal del señor Diafoirus...

ANTONIA. -Sí, sí. Todo eso está muy bien; pero yo insisto, y os lo vuelvo a repetir, en que le busquéis otro marido. No nació vuestra hija para ser la señora de Diafoirus.

ARGAN. -¡Pues yo quiero que lo sea!

ANTONIA. - ¡Bah! ¡No digáis eso!

ARGAN. - ¡Cómo que no lo diga!

ANTONIA. -¡No!

ARGAN. -¿Y por qué no lo he de decir?

ANTONIA. -Porque pensarán que no sabéis lo que os decís.

ARGAN. -¡Que piensen lo que quieran; pero ella ha de cumplir la palabra que yo he dado!

ANTONIA. -Estoy segura que no.

ARGAN. -La obligaré.

ANTONIA. -Será inútil.

ARGAN. -¡Pues se casará o la meteré en un convento!

ANTONIA. -¿Vos?

ARGAN. -¡Yo!

ANTONIA. -¡Bah!

ARGAN. -¿Qué es eso de ¡bah!?

ANTONIA. -Que no la meteréis en ningún convento.

ARGAN. -¿Que no la meteré en un convento?

ANTONIA. -No.

ARGAN. -¿Que no?

ANTONIA. -No.

ARGAN. -¡Esto sí que tiene gracia! De manera que, queriéndolo yo mismo, no meteré a mi hija en un convento.

ANTONIA. -Os digo que no.

ARGAN. -¿Quién me lo iba a impedir?

ANTONIA. -Vos mismo.

ARGAN. -¿Yo?

ANTONIA. -Vos, que no podréis tener tan mal corazón.

ARGAN. -¡Pues lo tendré!

ANTONIA. -¡Esa es grilla!

ARGAN. -¡Yo no hablo en chanza!

ANTONIA. -Os entrará la ternura paternal.

ARGAN. -¡Pues no me entrará!

ANTONIA. -Un par de lagrimitas, echándoos los brazos al cuello, y un "papaíto mío" dicho con requiebro, bastarán para desarmaros.

ARGAN. -Todo eso será inútil.

ANTONIA. -¿A que no?

ARGAN. -Te repito que no desistiré por nada.

ANTONIA. -¡Pamplinas!

ARGAN. -¡No me digas pamplinas!

ANTONIA. -Os conozco, señor, y sé que sos bueno por naturaleza.

ARGAN (Indignado.) - ¡Yo no soy bueno, y seré malo, cuando me dé la gana!

ANTONIA. -No os encolericéis, señor. Acordaos de que estáis enfermo.

ARGAN. -Le ordeno, terminantemente, que se disponga a casarse con quien yo le diga.

ANTONIA. -Pues yo le prohibo en absoluto que lo haga.

ARGAN. -Pero, ¿en qué país vivimos? ¿Qué audacia es ésta de atreverse una pícara de sirvienta a hablar de ese modo a su amo?

ANTONIA. -Cuando un amo no sabe lo que hace, una sirvienta con juicio tiene derecho a enmendarle la plana.

ARGAN (Lanzándose sobre ella.) -¡Te voy a apabullar por insolente!

ANTONIA (Huyendo.) -¡Tengo la obligación de impedir que mis señores se deshonren!

ARGAN (Iracundo, enarbola el bastón y corre tras ella, que se escuda rodeando el sillón.) ¡Ven, ven, que yo te enseñaré a hablar!

ANTONIA (Dando vueltas alrededor del sillón.) -¡Me interesa que no hagáis locuras!

ARGAN (Siempre tras ella.) -¡Perra!

ANTONIA. -No consentiré jamás en ese matrimonio.

ARGAN. -¡Trapacera!

ANTONIA. -No quiero que sea la mujer de ese Tomás Diafoirus.

ARGAN. -¡Carroña!

ANTONIA. -Y ella me hará más caso a mí que a vos.

ARGAN. -¡Angélica, sujétame a esa pícara!

ANGÉLICA. -¡Vamos, padre, que os vais a poner malo!

ARGAN. -¡Si no la sujetas te maldigo!

ANTONIA. -Y yo, si os obedece, la desheredo.

ARGAN (Dejándose caer en un sillón, rendido de correr tras ella.) -¡Ay, no puedo más!... ¡Esto me costará la vida!

ESCENA VI

BELISA, ANGÉLICA, ANTONIA y ARGAN

ARGAN. -¡Ay, esposa mía, acércate!

BELISA. -¿Qué tienes, pobrecito mío?

ARGAN. -¡Socórreme!

BELISA. -¿Qué es eso? ¿Qué es lo que te pasa, hijito mío?

ARGAN. -¡Chacha mía!

BELISA. -Querido.

ARGAN. -Me han encolerizado.

BELISA. -¿De veras, maridín mío? ¿Y cómo ha sido eso, tesoro?

ARGAN. -¡Esa pillastre de Antonia, que cada día es más insolente!

BELISA. -No te excites.

ARGAN. -¡Me ha enrabiado, chachina!

BELISA. -Calma, hijo mío.

ARGAN. -Hace una hora que me lleva la contraria en todos mis propósitos.

BELISA. -Vamos, vamos, cálmate.

ARGAN. -¡Y ha tenido la avilantez de decirme no estoy enfermo!

BELISA. -¡Qué impertinencia!

ARGAN. -Ya la Conoces, corazón mío.

BELISA. -Sí, entrañas; ha hecho muy mal.

ARGAN. -Esa pícara será la causa de mi muerte, amor mío.

BELISA. -¡Bah, bah!

ARGAN. -¡Por Su culpa tengo siempre el saco de la bilis rebosando!

BELISA. -No te enfurezcas de ese modo.

ARGAN. -Hace no sé el tiempo que te repito que le des la cuenta.

BELISA. -Por Dios, hijo mío; no hay sirviente que no tenga defectos, y muchas veces hay que soportarles lo malo en gracia de lo bueno. Esta es hábil, cuidadosa, diligente y, sobre todo, fiel. Ya sabes cuántas precauciones hay que tomar antes de admitir gente nueva. ¡Antonia!

ANTONIA. -Señora.

BELISA. -¿Por qué enojas a mi marido?

ANTONIA (Con acento dulce.) -¿Yo, señora? No me explico lo que decís, porque no vive una más que para dar gusto, en todo al señor.

ARGAN. -¡La muy traidora!

ANTONIA. -Me decía que quiere casar a su hija con el hijo del señor Diafoirus, y yo le contestaba que el partido es excelente; pero que me parecía mejor que la metiera en un convento.

BELISA. -No hay motivos para que te enfades por eso; me parece que tiene razón.

ARGAN. -¡No la creas, amor mío! ¡Es una malvada, que acaba de decirme mil insolencias!

BELISA. -Te creo, amigo mío... Vamos, siéntate. Escucha, Antonia: si vuelves a enojar a mi marido, te planto en la calle... Tráeme su capotón enguatado y las almohadas, que voy a acomodarle en su sillón... Estás no sé cómo. Toma; encasquétate bien el gorro hasta las orejas, que no hay nada que acatarre tanto como el aire en los oídos.

ARGAN. -¡Cuánto tengo que agradecerte, chacha mía, por los cuidados que te tomas conmigo!

BELISA. -(Acomodándole las almohadas.) -Levanta un poco que te remeta bien. Una a cada lado, otra en la espalda y otra para que reclines la cabeza.

ANTONIA. -(Dándole un almohadazo en la cabeza y escapando.) -Y ésta, para resguardaros del relente.

ARGAN. -(Levantándose iracundo y tirándole todas las almohadas a Antonia.) -¡Quieres asfixiarme, bribona!

BELISA. -¿Qué es eso? ¿Qué ocurre ahora?

ARGAN (Muy abatido, dejándose caer en el sillón.) -¡Ay, ay! ... ¡No puedo más!

BELISA. -¿ Por qué te exaltas de ese modo? Seguramente no ha tenido intención de molestarte.

ARGAN. -Tú no conoces, amor mío, las truhanerías de esa malvada. . . Ha logrado sacarme de quicio, y tendré que tomar lo menos ocho medicamentos y doce lavativas para reponerme.

BELISA. -Vamos, vamos, chiquito; sosiégate un poco.

ARGAN. -Tú eres mi único consuelo, vida mía.

BELISA. -¡Pobre hijito mío!

ARGAN. -Para recompensar tanta amorosa solicitud, ya te he dicho, corazón mío, que deseo hacer testamentó.

BELISA. -¡Ay, querido mío; te ruego que no haeblemos de eso! De tal modo me horroriza esa idea, que la sola palabra testamento me hace estremecer de angustia.

ARGAN. -Te dije que avisaras a tu notario.

BELISA. -Vino conmigo, y ahí aguarda.

ARGAN. -Hazle entrar, amor mío.

BELISA. -¡Ay! Cuando se ama de verdad a un marido, no se puede pensar en estas cosas.

ESCENA VII

EL NOTARIO, BELISA y ARGAN

ARGAN. -Adelante, señor Bonafé. Acercaos y tomad asiento, si os place... Informado por mi mujer de vuestra honorabilidad y de la buena amistad que le profesáis, le encargué que os hablara de cierto testamento que quiero hacer.

BELISA. -¡Yo no soy capaz de hablar de eso!

EL NOTARIO. -La señora ya me ha puesto al corriente de vuestras intenciones y de los propósitos que os animan respecto a ella; pero mi deber es advertiros de que no podéis dejarle nada en testamento.

ARGAN. -¿Y por qué?

EL NOTARIO. -Porque la costumbre se opone. Si estuviéramos en un país de leyes escritas podría hacerse; pero en París, como en casi todos los países rutinarios, donde la costumbre hace ley, es imposible; la disposición sería nula. Todos los anticipos que puedan hacerse entre un hombre y una mujer, coyundados por legítimo matrimonio, se consideran como mutuas dádivas hechas en vida; pero, aun en este caso, es condición precisa que no haya hijos de por medio, ya sean de los cónyuges o de uno de ellos habido en matrimonio anterior.

ARGAN. -¡Pues es una costumbre de verdad cargante que un marido no pueda dejar nada a una esposa que lo ama tiernamente y que se desvive en atenciones! Quisiera consultar a mi abogado para ver qué solución me da.

EL NOTARIO. -¡Dejaos de abogados, que suelen ser gentes meticulosas y que consideran como un crimen el testar contrariamente a lo instituído! Todo se les vuelve dificultades e ignoran los recovecos de la conciencia. Hay otras personas a quienes consultar que son más acomodaticias, que tienen expedientes para deslizarse bordeando la ley y dándole validez a lo que no se considera como lícito; gentes que saben allanar dificultades y encuentran medios de eludir la costumbre por cualquier procedimiento indirecto. Si no se pudiera hacer esto, ¿dónde iríamos a parar? Es preciso dar facilidades; de otro modo no haríamos nada y habría que dejar el oficio.

ARGAN. -Mi mujer me había dicho, señor, que erais hombre hábil y muy docto. Decidme qué es lo que puedo hacer para dejarle a ella mis bienes, saltando por encima de los derechos de mis hijos.

EL NOTARIO. -¿Qué podéis hacer?... Pues elegir, sigilosamente, entre los amigos de vuestra esposa y dejar a uno de ellos, cumpliendo con todos los requisitos legales, una parte de vuestra fortuna; este amigo, más tarde, hará entrega del legado a la señora. Podéis también contraer un número considerable de deudas y atenciones, no sospechosas, en favor de unos fingidos acreedores, que darán sus nombres por complacer a vuestra esposa, y a la cual harán entrega de un documento privado declarando este extremo. Podéis, por último, entregarle en vida cantidades en metálico o en valores al portador.

BELISA. -Dios mío, no te atormentes por esto. Si tú llegaras a faltarme, hijo mío, yo no podría seguir en el mundo.

ARGAN. -¡Vida mía!

BELISA. -Sí, querido; si tengo la desgracia de perderte...

ARGAN. -¡Querida esposa!

BELISA. -La vida no tendrá ya para mí ningún interés.

ARGAN. -¡Amor mío!

BELISA. -Seguiría tus pasos para hacerte ver toda mi ternura.

ARGAN. -¡Me partes el corazón, chacha mía! ... ¡Cálmate, te lo suplico!

EL NOTARIO. -Vuestras lágrimas son extemporáneas; no hemos llegado aún a esos extremos.

ARGAN. -Si notario, mi mayor pesadumbre será el no haber tenido un hijo tuyo. Purgon me ofreció que él me haría tener uno.

EL NOTARIO. -Aún pudiera ocurrir.

ARGAN. -Es preciso hacer ese testamento, amor mío, en la forma que nos ha indicado el señor; pero, por precaución, quiero entregarte veinte mil francos en oro, que tengo escondidos en mi alcoba, y dos letras aceptadas, una por Damon y otra por Gerante.

BELISA. -No, no; no tomaré nada... ¿Cuánto dices que tienes en la alcoba?

ARGAN. -Veinte mil francos, amor mío.

BELISA. -No hablemos de intereses, te lo ruego ... Y ¿ de cuánto son las letras?

ARGAN. -Una de cuatro mil francos y otra de seis mil.

BELISA. -Todos los bienes de este mundo no valen lo que tú.

EL NOTARIO. -¿Procedemos a redactar el testamento?

ARGAN. -Sí, señor. Pero mejor será que nos vayamos a mi despacho. ¿Quieres ayudarme, amor mío?

BELISA. -Vamos, hijito.

ESCENA VIII

ANGÉLICA Y ANTONIA

ANTONIA. -Están con un notario y les he oído hablar de testamento. Vuestra madrastra no se duerme; seguramente ha urdido alguna maquinación contra vuestros dineros y ha complicado en ella a vuestro padre.

ANGÉLICA. -Que disponga de todos sus bienes como quiera, con tal que no disponga de mi corazón. Ya has visto las violencias que le amenazan; no me abandones, en este trance, por Dios te lo pido.

ANTONIA .-¿Abandonaros yo? Antes la muerte. Vuestra madrastra me ha honrado haciéndome su confidente e interesándome en sus manejos; pero yo, que no le tengo el menor apego, trabajaré por cuenta vuestra. Dejadme hacer a mí, que he de recurrir a todo por serviros; y, para poder hacerlo con más eficacia, cambiaré de puntería, ocultando el interés que tengo por vos y fingiendo ponerme de parte de vuestro padre y de vuestra madrastra.

ANGÉLICA. -Procura poner del matrimonio que han acordado.

ANTONIA. -No tengo más persona de quién echar mano que del viejo usurero Polichinela, mi pretendiente; me bastarán cuatro palabras tiernas, que emplearé a gusto para serviros. Hoy, ya es tarde; pero mañana, muy temprano, le mandaré llamar y se volverá loco de...

BELISA. -¡Antonia!

ANTONIA. -Me llaman. Buenas noches, y confiad en mí.

(La decoración cambia, representando ahora una calle.

FIN DEL PRIMER ACTO