jueves, 15 de octubre de 2009

¿Qué hago con mi hijo?



Cada vez más los padres consultan con profesionales para valorar si es adecuado o no el comportamiento de sus hijos. No es cierto que no se preocupen por ellos, pero sí es cierto que en muchas ocasiones se resisten a tomar las medidas que les indicamos los profesionales. La importancia de ciertos cambios en las dinámicas familiares, el papel de los límites dentro del orden educativo, el valor de la comunicación entre padres y educadores,etc.


Muchos vienen en busca, no de soluciones, si no de un diagnóstico. Y algunos consiguen uno del profesional: hiperactividad, depresión, trastorno bipolar, un niño ansioso, etc etc… Lo consiguen ¿y ahora qué? No creo que el diagnóstico excesivo esté ayudando en algo a los niños, ni mucho menos que les ayude a un desarrollo adecuado. Los psicoanalistas reiteramos que ciertos procesos son normales, que pasarán pasado un tiempo y que muchas otras manifestaciones infantiles son la manifestación de problemáticas paternas de las que el niño es la muestra.

Todos conocemos el resultado que puede tener una medicación que no cure, ya no sólo por la dependencia al fármaco, si no que todos sabemos que las sustancias químicas ocasionan, a veces, más efectos secundarios que beneficios. Es mejor recomendar cierta prudencia, tomar medidas en padres y educadores y, en última instancia, en el propio niño. La mayoría de las alteraciones infantiles se solucionan rápidamente con el tratamiento adecuado, pero hay que saber llegar a él. En este sentido educadores y médicos tienen que saber aconsejar a los padres, concienciarse de que el psicoanálisis es una herramienta muy eficaz en este tipo de trastornos, que no ocasiona ningún tipo de efecto secundario ni altera el desarrollo infantil, cosa que sí hace la medicación, como se mostraba en el reportaje emitido el martes en documentos tv. Niños enfermos crónicos con medicación para toda su vida que no presentan mejoría destacable. ¿Para qué?


Las mejores disposiciones humanas parten de las peores disposiciones, por tanto, no ceguemos lo que puede ser una fuente de energía con la dirección adecuada. Hay que aprender a tratar mejor a los niños y a los jóvenes, escucharlos más, respetar que tienen gustos y opiniones y transformar ciertas tendencias sádicas de muchos adultos.


Helena Trujillo

psicoanalista


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