martes, 30 de agosto de 2011

La única solución es separarnos


ESTÁ TODO PERDIDO
Su cabeza gacha no anuncia nada bueno, tiene los ánimos por los suelos. Comenzamos a conversar, evita por todos los medios que las lágrimas acudan a sus ojos, pero no es fácil. Siente que su vida, tal y como la había planteado, se ha venido abajo. La única salida que ve posible es la separación, pero no es ningún alivio para su mal. La familia que ha construido en los últimos 9 años se esfuma. Ella se queda con los hijos, la casa y el dinero. Él, según sus palabras, se queda con una mano delante y otra detrás. Cierra las puertas a todo futuro esperanzador, con esa perspectiva, ni ganas le quedan de volver a emprender nuevos proyectos.
Su impotencia es mayúscula, hablar con ella es imposible, siempre acababan en discusión. El paso de los años les ha alejado de manera tal, que hoy son como dos desconocidos que comparten un mismo domicilio y el apellido de sus hijos. Ella le niega su papel frente a los hijos, se ocupa de todas las tareas, de las reglas y no cuenta con él. Ha intentado mil veces cambiar esta situación, sin embargo nada puede hacer frente a su hermetismo. O conmigo o contra mí, parece que reza el lema que dirige la vida de su esposa. Convivir se ha hecho insostenible. Se siente un pelele y ya no puede soportar más el silencio. Un grito sordo se dibuja en su rostro mientras conversamos. ¿Qué hago? Parece decirme con sus ojos.
Ya  intentaron la terapia de pareja, que ambos se implicaran en un cambio de rumbo y su vida de pareja fuera diferente, pero dos no son felices si uno no quiere. Ella no quiso, ha centrado su deseo en sus hijos y se ha olvidado del hombre con el que había decidido compartir su vida. Su suficiencia es tal que ni en la cama muestra deseos hacia ese hombre que lo ha dado todo por esa relación.  ¿Cómo se ha llegado a esto?
Las relaciones de pareja no traen un libro de instrucciones. Nadie sabe cómo van a ir las cosas, qué pasará cuando se inicie la convivencia, cuando nazcan los hijos, nos seguiremos deseando en el transcurso del tiempo… A todos nos gustaría tener respuestas para estos interrogantes. Pagaríamos lo que hiciera falta si alguien nos diese las claves de la felicidad. Qué no daría él para acceder al corazón de su mujer y volver a ilusionarla como antes.
Ahora lo da todo por perdido y se entrega, sin más, a la marea negra de su tristeza. Renuncia a vivir. En su melancolía, no es capaz de defender sus propios derechos como padre, como hombre que tiene que rehacer su vida y optar de nuevo al amor. En nuestra conversación está la posibilidad de agarrarse a una esperanza o dejarse caer definitivamente. Nadie llega gustoso a una separación, es duro, algo se pierde siempre, pero la vida sigue adelante y se puede afrontar de modo que se nos abran las puertas de una nueva vida. En este momento, soy la mano que puede darle las fuerzas que ahora no tiene, las palabras que no sabe pronunciar, la luz en medio del túnel de los sentimientos. Ahora le toca decidir entre su soledad o el mundo. Aquí le espero.

Helena Trujillo
Psicoanalista – Asesora de Parejas

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